Arte en Miniatura

Es increíble la velocidad con la que la industria de los videojuegos ha avanzado en los últimos 10 años, hemos visto como los videojuegos se han convertido en algo común para la sociedad contemporánea y como actualmente ser llamado “Gamer” es algo natural e incluso motivo de orgullo. Las nuevas generaciones esperan mucho más de los videojuegos que están por venir: Tramas mas complejas, mejoras visuales, mayor cantidad de objetos en pantalla, etc.

Todo lo anterior es excelente y seguramente traerá consigo más cambios a la industria del entretenimiento electrónico. Los videojuegos han alcanzado una notoriedad indiscutible en los últimos años y su evolución es innegable, tanto así, que ya son comparados con las grandes producciones de Hollywood y buscan desesperadamente validarse como un arte. Pero, ¿y si algunos ya han alcanzado ese status desde hace tiempo? Tristemente vemos que propuestas como Super Mario 3D World, The Wonderful 101 o The Legend of Zelda: A Link Between Worlds no son reconocidas ampliamente e incluso son despreciadas por un gran número de videojugadores. Por ello, me gustaría poner sobre la mesa un tema que ha sido cada vez más recurrente en los últimos años: ¿Son los videojuegos un arte?

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Podría ser una pregunta un tanto engañosa, ya que la definición de arte es un poco inexacta: La expresión o aplicación de la habilidad creativa o imaginación humana. Obras realizadas con imaginación y talento. Tomando una definición como esta, cualquier dibujo o garabato puede ser considerado arte; pero el arte no es simple ni sincero, sino que, en sus momentos más brillantes, siempre es fantásticamente engañoso y complejo. Por esto, surgen muchas más preguntas para los videojuegos: ¿Serán valorados por generaciones? ¿Son atemporales? ¿Nos recordaran valores de la humanidad en los años venideros?

Todos recordamos con cariño los juegos que marcaron nuestra infancia por los gratos momentos que pasamos al disfrutarlos, ya sea solos o con nuestros amigos. En lo personal, Super Mario World tiene un lugar especial en mi corazón por el simple hecho de ser el primer videojuego que termine completo e incluso actualmente puedo volver a jugarlo con la misma emoción que cuando tenía 5 años. Este sentimiento solamente puedo compararlo con las emociones que nos producen escuchar nuestra melodía favorita, volver a leer aquel libro que nos mueve el corazón o tratar de descifrar aquella pintura que está impresa en nuestra memoria.

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La inspiración de un artista proviene del alma, de esa idea que surge de la observación y el entusiasmo. Shigeru Miyamoto concibió The Legend of Zelda como un jardín en miniatura, colmado de secretos, lleno de exploración y pequeñas criaturas. Esta misma idea puede sentirse en los juegos de Nintendo: Crear mundos en miniatura y llenos de vida, como si tuviéramos un pequeño jardín donde disfrutar esas interminables aventuras.

Por ello, los videojuegos tienen algo que los diferencia del cine, la pintura o la música: Libertad. El eje central de un videojuego es darnos elección sobre como llevaremos a cabo esa aventura y de cómo podemos concluirla, al igual que explorar un mundo en miniatura y divertirte en lo mucho que puedas descubrir en él. Trepar los muros con el CatSuit en Mario 3D World o elegir el orden en el que exploraras los calabozos en Zelda: ALBW son solo las nuevas versiones de esa idea. Es esa magnífica interacción lo que creo que los convertirá en obras atemporales y serán recordados por cientos de personas, como Ocarina of Time y Super Mario 64.

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No dudo ni por un segundo que los videojuegos han alcanzado ya a ser un arte, en especial los de Nintendo. Nos provocan esas mismas emociones, conservando esa magia y siempre serán recordados tanto por el ahora adulto que en los 80’s salvo a la Princesa Toadstool,  el niño que en los 90’s se puso en el papel del “Héroe del Tiempo” o incluso por el adolescente de los 00’s que ayudo a la incansable Samus Aran a salvar la galaxia. A estas alturas, siento que Nintendo hace sus juegos con esa variedad y maestría, esa calma y esa consumada generosidad del viejo artista, del maestro que ha abandonado la ilusión juvenil de que el arte se acaba y que piensa en dejar en cada obra una parte de su alma, de sus sueños y de su corazón.

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Alex Guzmán

Arquitecto por vocación, videojugador de corazón. Me encantan los comics, las películas de ciencia ficción y los videojuegos, en especial los de Nintendo. Turbo Fan de Super Mario, The Legend of Zelda y Metroid.

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