El Legado Musical de The Legend of Zelda
Sin duda alguna The Legend of Zelda es una de las sagas más importantes en la historia de los videojuegos y través de sus ya 27 años de historia nos ha hecho vivir momentos espectaculares al despertar el espíritu del héroe que todos llevamos dentro, ese que nos impulsa a querer vivir las más grandes aventuras, aquellas que son inolvidables y quedan marcadas en nuestra memoria; pero también nos ha brindado algo que las acompaña y que nos deja una marca incluso más fuerte: Hermosas melodías y temas inolvidables. El legado musical de The Legend of Zelda es uno de los más reconocidos dentro de la industria por estar lleno de melodías realmente únicas y muy especiales, porque no son solo temas que nos acompañan en nuestra jornada, sino que es música que realmente puede hacer que volvamos a revivir esas mismas sensaciones, experiencias o vivencias entrañables que llevamos en nuestro corazón, esas que se formaron durante el tiempo que pasamos explorando el vasto mundo de Hyrule.
Después del éxito de Super Mario Bros. en 1985, Nintendo quería desarrollar un título que fuera la contraparte de su famoso juego de plataformas: Ahora en vez de tener niveles lineales, con movimiento horizontal basado en saltos para llegar al final de cada nivel, darían al jugador la libertad de ir a donde él quisiera, que explorara y viviera su propia aventura. Como les comente en un artículo anterior, Shigeru Miyamoto vislumbró un mundo diminuto que sería el lugar ideal para ese largo viaje, lleno de criaturas, aventuras y secretos por descubrir , como un jardín en miniatura. Así, la tarea de componer la música para este proyecto recayó sobre un joven compositor originario de Nagoya llamado Koji Kondo, quien apenas tenía un par de años trabajando para la compañía; pero que ya contaba con éxitos como componer varios temas para el juego Punch-Out! que salió para arcadias en 1984, y también había recibido muy buenas críticas por su colaboración musical en Super Mario Bros., por lo que se esperaba que para la aventura épica que soñaba Miyamoto haría algo increíble. Lo que Kondo no sabía era que marcaría la vida de millones de personas alrededor del mundo.
En aquel entonces Kondo tenía 26 años de edad y poco de haber dejado la Universidad de Artes de Osaka. Había entrado a Nintendo luego de ver un anuncio donde buscaban un compositor para videojuegos, no estaba muy convencido, pero creyó que sería algo relativamente sencillo y a la vez disfrutable; pero poco tiempo después descubrió que significaría todo un reto. En aquel entonces, hacer música para un videojuego no era tan simple como componer cualquier melodía, escribirla en una partitura, orquestarla y esperar a que automáticamente llegara a las emociones del público, había muchas limitaciones técnicas por vencer y que si no se era lo suficientemente hábil acabarían por sentirse como solo un conjunto de ruido. Los sonidos eran producidos por chips, que podrían dar apenas unos cuantos instrumentos simultáneamente, y en este contexto decir “instrumento” es solo una expresión pues todos eran modestos sintetizadores. De cualquier forma, Kondo no tenía aspiraciones más allá de hacer un buen trabajo para no perder su empleo y termino la melodía principal del juego con los recursos que poseía.
Así el 21 de Febrero de 1986 The Legend of Zelda salió al mercado como un juego que haría una diferencia no solo por su estilo de juego, sino también por tener el que tal vez es el tema más recordado y aclamado por la industria de los videojuegos. Lo que Kondo vio como un trabajo para conservar su empleo, sería una melodía que marcaría a generaciones enteras y que daría una identidad a la serie a través de los años, esa pieza conocida como «Overworld», hoy es identificada como el tema principal de la saga y ha sido reinterpretada en innumerables ocasiones y en todo tipo de contextos; desde los siguientes juegos de la serie hasta covers hechos por fans y grandes orquestas a través del mundo. Todas ellas le hacen justicia a esta melodía compuesta por un joven que, como Link, no tenía idea de lo que el destino le aguardaba.
Con el paso de los años, la música se ha vuelto parte indispensable de nuestra querida saga, no sólo por el tono épico que da a los juegos, sino porque dentro de la misma historia y mecánicas de juego es necesario tocar algún instrumento, liberando así magia y gran poder, para realizar hazañas increíbles. Todos recordamos aquellos viajes al pasado con la Ocarina del Tiempo, transportarnos a un lugar distante al tocar la Melodía del Tornado con La Batuta de los Vientos o revelar el Portal del Tiempo con La Lira de la Diosa; todas estas experiencias son únicas y nos marcan la vida. Koji Kondo ha expresado que la principal diferencia entre componer música para películas y videojuegos es que en las primeras, se trata de recrear la emoción que ya está armada con imágenes precisas, mientras que en los videojuegos, se trata de crear la experiencia, de hacer las melodías que escucharías en tu cabeza y volvieras a vivir esa aventura intacta, con la misma pasión y sentimiento.
The Legend of Zelda y sus maravillosas melodías han marcado el camino de cómo se deben diseñar y realizar los videojuegos que aspiran a la grandeza. Kondo compuso un himno que nos hace sentirnos orgullosos de haber vivido esas fantásticas aventuras, aquellas que no solo disfrutamos por ser épicas y emotivas, sino porque dejaron en nosotros una gama de emociones que son difíciles de recrear por cualquier otro videojuego. Seria imposible hacer una lista con las melodias mas emotivas, ya que esa es precisamente la magia: Nunca una estara debajo de otra; porque cada persona puede darle el valor a cada una perfectamente, ya que todas son especiales y memorables; desde The Legend of Zelda hasta A Link Between Worlds. Asi que no importan los años que pasen, volveremos a ese hermoso campo esmeralda de Hyrule montados en Epona, zarparemos a la aventura en ese mar azul como el cielo y surcaremos los aires en nuestro Neburi las veces que sean necesarias para volver a escuchar esa melodía en especial que despierta al héroe que vive en nosotros.