La música del Super Mario Galaxy 2 (Modo Sentimental)
La anécdota de cómo me hice poseedor de una Nintendo Wii es curiosa. Un dia llegué a casa y la tenía. No se apresuren. Dicho de esta manera entiendo que parece lo mas vulgar del mundo. Pero no es asi tan simple (“pero como, si es lo que dijiste”). Mi esposa había sido co-dueña de una Wii junto a sus hermanos. Eran épicas –según ella- las batallas en el Mario Kart Wii. Mas de un volante de Wii ocasionó algún que otro “percance”. El tema es que, Natalia, asi se llama ella, vio a la consola casi regalada en una publicación de una página web de compras y ventas y la compró sin mediar ni una mísera cuenta hecha en un cuadernito. La Nintendo Wii venía con unos juegos que yo ni me molesté en ver en ese momento. Si, soy un gamer de pura cepa, pero estaba trabajando mucho y casi ni tenía tiempo para siquiera mirarla de reojo… A la consola. A mi mujer tampoco. Un dia estaba agotado, tirado en la cama, con un brazo sobre los ojos. Ustedes sabran reconocer la posición, es muy típica del hombre fastidiado con su entorno. No es culpa de éste, para nada, es culpa de uno que teniendo las maravillas cerca no las aprovecha. No. No era por mi casa, mis perros o mi esposa. Era sin duda, por todo lo demas.
Esa cajita blanca llena de accesorios tenía la respuesta de todo. Un verano soporífero dispuesto a abrumarnos y sin intención próxima de abandono, podía ser combatida con Wiimote y Nunchuk lo mismo que a Bowser, aunque probablemente con muchísimas menos corridas. ¿Les mencioné que hacía mucho calor? Lo hacía.
De repente una música. Una melodia FUERTE. Como amante de la música clásica, la pieza que sonaba me cautivó al instante. Tenía un aroma a leyenda. Era alegre y cargada de heroismo. Los violines y bronces hacían retumbar mi living comedor como si las valkyrias estuvieran cabalgando a traves de las ventanas. Ese nivel de grandiosidad que consigue una opera de Wagner pero sin aburrimiento ni alemanes trágicos. Removí cuidadosamente el brazo de mis ojos. Recuerdo que la remera se me había pegado al cuerpo por efecto del sudor y que mis pies empezaron a moverse solos a una velocidad impropia.
-¿Qué es eso?- le pregunté intrigado a Natalia.
El gesto de “andate” con la mano no se hizo esperar. Fue muy elocuente. Estaba enfrascada en una situación especialmente compleja en algún nivel. Yo no le prestaba atención al juego (el fanatismo empezaría después). Estaba escuchando algo que me remitía al Lago de los Cisnes y a lo mas romántico de Tchaikovsky. Algo tan formidable que me ponía la piel de gallina. Estaba escuchando esto:
De repente, todo cambió. La música se hizo mas tenue. Parecía un archivo MIDI, pero yo estaba seguro que había una orquesta de lujo detrás. Era el final del nivel. Una estrella gordita aguardaba el toque de Mario.
La música era triste para lo que en realidad estaba reflejando (o quizás para un gamer siempre es triste el final de un nivel… algo de eso hay) que era el logro del objetivo.
Miré a Natalia. Seguía en su trance agitando el Wiimote para que Mario hiciera lo que ella, embelesada pero poderosa, le ordenaba. Y entonces vi. Vi lo que ella estaba viendo. El color, la alegria, la música que se volvía un mantra preciosista y demasiado soberbio (de glorioso, jamás de engreido). Me volvió, metaforicamente loco. A Natalia se le acabaron las vidas y Mario volvió a la nave interestelar (nunca mejor dicho) y la música era tenue y relajada, como la que hay en un lugar donde todos te quieren. Era donde Natalia y yo queríamos estar.
Gracias don Shigeru.
Gracias don Yokota.
Y gracias don Kondo.
De yapa, un video de la orquesta de 60 músicos que se encargó de la música del juego.